miércoles, 11 de enero de 2012

Ego oculum specto


Nadie escapa de esta experiencia: una basura en el ojo. Nadie escapa de esta experiencia: gente ulcerante. Ambas abrevan en el mismo y caudaloso lagrimal y ambas, desde su absurdo lugar, ascienden por el mismo aire de fatalidad.
Así, como cuando se nos mete una basura en el ojo rascamos con el dedo y lo empujamos hacia el lagrimal para que algún producto salado —caro— y lubricante lo libere o le facilite la salida, el mismo método aplicamos sobre las personas basura: las empujamos hasta el lagrimal y las echamos con un gran llanto, porque suelen ser basuras de extraordinario tamaño. La variedad de colores parece no afectar particularmente, pero la variopinta oferta en el aire dispersas puede perjudicar la salud de la retina, córnea y cuanta membrana se atraviese de distintas formas. Dentro de la cantidad y calidad, por sus intrincadas vueltas, encontramos entre las personas-basura más peligrosa aquella que adquiere un formato de viruta; porque la viruta daña por su tamaño que es en acto y en potencia y cuyos extremos astillados se abrazan a los párpados.
Hay seres humanos enteramente hechos de basura; seres que, sin que te den cuenta, un día cualquiera y por un vientito pelotudo —y aquí la fatalidad: tiempo ignorado y agente invisible— se te meten en el ojo izquierdo; y ahí sí, no ha comunión con las penas de un amigo, conmoción ante la miseria del que sufre, catártica sesión de terapia, muerte de una mascota o golpe en un dedo tan lacrimógeno como para arrastrar semejante esquirla, aquella basura virulenta viruta.
Nadie escapa de esta experiencia: una basura en el ojo. Evitemos una mirada congestionada; evitemos nublar la entrada al alma y evitemos que se nos ulcere el ojo de pelotudos.